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  • LA CLASE III, UNA MALOCLUSION CON HISTORIA

    ¿Qué tienen en común Carlos I, Felipe II, Felipe IV o Carlos II? Que los tres presentaban lo que llamamos en ortodoncia maloclusión de clase III. Se trata de una anomalía que a grandes rasgos se caracteriza  por  tener los incisivos inferiores ¨mordiendo” por delante de los superiores dando la sensación de una mandibula más grande de lo normal.

    clases III Austrias

    La influencia genética de esta maloclusión es mayor que en cualquier otra y se ha considerado el factor etiológico principal. Probablemente el ejemplo más famoso es el de la familia de la casa de los Habsburgo en donde al menos 33 de sus miembros presentaban este problema. Carlos I de España (y V de Alemania) fue uno de los más afectados, que además de contar con una prominente clase III presentaba mordida abierta (falta de contacto entre los IS e inferiores al cerrar la boca) que le impedía hablar correctamente. Se decía que España tenía un rey que “ceceaba”. Un diplomático veneciano describió así la prominente mandíbula real: «Su faz inferior es tan ancha y tan larga, que no parece natural de aquel cuerpo; pero parece postiza, donde ocurre que no puede, cerrando la boca, unir los dientes inferiores con los superiores; pero los separa un espacio del grosor de un diente, donde en el hablar, máxime en el acabar de la claúsula, balbucea alguna palabra, la cual por eso no se entiende muy bien».

     

    Desafortunada y muy equivocadamente, en Sudamérica se extendió la idea de que en nuestro país se hablaba bien español hasta que llegó Carlos I, momento en el cual  un país entero cambió la forma de hablar por su rey. Aunque esto no era cierto, si lo es que el rey tenía problemas serios de pronunciación, e incluso digestivos, debido a la mala posición de sus dientes.

     

    En definitiva, la maloclusión de clase III es una anomalía fácil de identificar, muy notoria sobre todo en los casos más severos y que repercute en el paciente no solo funcionalmente (impidiendo masticar correctamente), sino también a nivel de la estética facial. Generalmente se asocia a una mandíbula sobre-desarrollada, pero lo cierto es que con mayor frecuencia este problema es debido a la falta de desarrollo del maxilar superior o bien a una combinación de ambos.

     

    Debe tratarse lo más tempranamente posible, cuanto más joven mejor, ya que no mejora de forma espontánea durante el crecimiento sino todo lo contrario: si no se trata precozmente empeorará, llegando en ocasiones a requerirse un tratamiento quirúrgico como única alternativa de tratamiento.

     

    Sin embargo en edad infantil tenemos la oportunidad de intervenir para tratar de modificar las relaciones entre los huesos y su crecimiento (tratamientos ortopédicos). En concreto, el tratamiento en estos casos de “clase III”, cuando son leves o moderados, consiste habitualmente en estimular el crecimiento del maxilar superior. Para ello se utiliza un aparato muy simple en el paladar en el que se colocan unos ganchos para “tirar”  de él y estimular su crecimiento hacia delante desde un aparato llamado máscara facial. Es un tratamiento sencillo que, con buena colaboración,  no suele durar más de año y medio. No obstante siempre es necesario hacer un seguimiento anual para evitar recaídas hasta que finalice el crecimiento. A pesar de todo, en los casos más severos no hay otra opción que el tratamiento quirúrgico. Por eso es tan importante detectar el problema cuanto antes, realizar un diagnóstico en profundidad para determinar el tipo de clase III y las posibilidades de ser tratada.

     

    Escrito por Vela&Lasagabaster.

     

     

    Categorias: Clase III, Maloclusión
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